Pela 2 patatas grandes (unas 700 g) y córtalas en trozos de unos 2,5 cm.
Coloca los trozos de patata en una cazuela, cúbrelos con agua fría dejando 2,5 cm por encima, añade 1 cucharadita de sal, lleva a ebullición y cuece a fuego medio 15-20 minutos, hasta que estén tiernas al pincharlas con un tenedor.
Escurre bien las patatas y vuelve a ponerlas en la cazuela caliente sin agua; deja que se sequen al vapor 1-2 minutos y después machácalas hasta obtener un puré suave.
Incorpora 2 cucharadas de maicena al puré y mezcla hasta formar una masa espesa.
Transfiere la masa a un bol, tápalo y deja que repose en el frigorífico al menos 30 minutos.
Espolvorea ligeramente con harina la superficie de trabajo; extiende la mitad de la masa fría hasta un grosor de 0,5 cm y corta círculos de unos 5 cm de diámetro.
Con una pajita haz dos agujeros para los ojos y utiliza el filo de un cuchillo o una cuchara para dibujar la sonrisa en cada círculo. Colócalos en una bandeja forrada con papel de horno.
Congela las patatas sonrientes en la bandeja durante al menos 1 hora, hasta que estén firmes.
Calienta 1 l de aceite de girasol en una cazuela honda o freidora hasta 175 °C.
Fríe unas pocas patatas congeladas a la vez 3-5 minutos por cada lado, hasta que estén doradas y crujientes.
Escúrrelas sobre papel de cocina y espolvorea sal al gusto mientras aún estén calientes.
Sírvelas calientes con tus salsas preferidas.