Llena una cacerola grande con agua, añade sal al gusto y llévala a ebullición. Incorpora 225 g de pasta proteica y 200 g de ramitos de brócoli. Cocina durante 8–10 minutos, hasta que la pasta esté al dente y el brócoli tierno pero crujiente. Reserva 120 ml del agua de cocción y escurre la pasta y el brócoli.
Mientras tanto, calienta 1 cucharada de aceite de oliva en una sartén amplia a fuego medio-alto. Añade 450 g de pechuga de pollo sin piel y deshuesada, cortada en trozos de unos 2,5 cm, y sazona con 1 cucharadita de ajo en polvo, ½ cucharadita de cebolla en polvo, ½ cucharadita de sal y ¼ cucharadita de pimienta negra molida. Cocina durante 5–7 minutos, removiendo de vez en cuando, hasta que el pollo esté dorado y bien cocinado.
Vierte 240 ml de caldo de pollo y 120 ml de leche en la sartén. Deja que hierva a fuego medio-bajo, removiendo para despegar los restos dorados del fondo. Cocina 2–3 minutos más, hasta que la salsa empiece a espesar.
Incorpora la pasta y el brócoli escurridos a la sartén. Añade 25 g de queso parmesano rallado y mezcla bien. Si la salsa queda demasiado espesa, añade poco a poco el agua de cocción reservada hasta obtener la cremosidad deseada. Remueve hasta que todos los ingredientes queden bien cubiertos por la salsa.
Reparte la pasta en los platos y, si lo deseas, espolvorea más queso parmesano por encima. Sirve inmediatamente. Conserva las sobras en un recipiente hermético en el frigorífico hasta 3 días.