Precalienta el horno a 150 °C.
Extiende 180 g de pistachos sin cáscara y sin sal en una capa uniforme sobre una bandeja forrada con papel de horno.
Tuesta los pistachos en el horno durante 5 a 7 minutos, hasta que desprendan aroma y queden ligeramente dorados. Vigílalos con cuidado para evitar que se quemen.
Retira los pistachos del horno y déjalos enfriar por completo.
Coloca los pistachos ya fríos en el procesador de alimentos y procésalos de forma continua. Primero obtendrás migas gruesas, luego más finas y, finalmente, una masa compacta. Baja los restos de las paredes según haga falta. Sigue procesando entre 8 y 15 minutos, hasta obtener una pasta espesa y con textura granulosa.
Añade 15 ml de aceite de girasol o de pepita de uva y ¼ de cucharadita de sal. Procesa hasta lograr una consistencia suave y cremosa. Si la pasta queda demasiado espesa o no está completamente lisa, añade más aceite de cucharadita en cucharadita hasta obtener la textura deseada.
Transfiere la pasta de pistacho a un tarro limpio con tapa hermética y guárdala en el frigorífico. Consúmela en un plazo de 2 a 3 semanas.