Precalienta el horno a 110 °C y forra dos bandejas de horno con papel de hornear.
En un bol limpio y seco, bate a velocidad baja 30 g de polvo para merengue con 120 ml de agua tibia durante 30 segundos, hasta que esté espumoso.
Con la batidora a velocidad media-alta, añade 200 g de azúcar, una cucharada cada vez, dejando que se disuelva antes de añadir la siguiente.
Incorpora 2,5 ml de extracto de vainilla y una pizca de sal, sube la velocidad al máximo y bate durante 5–7 minutos, hasta que se formen picos firmes y brillantes.
Con dos cucharas o una manga pastelera, dispón porciones de merengue sobre las bandejas preparadas, dejando espacio entre cada una.
Hornea durante 1 hora sin abrir la puerta. Al terminar, apaga el horno, entreabre la puerta y deja que los merengues se enfríen dentro durante al menos 1 hora (o toda la noche), hasta que queden crujientes.
Una vez estén completamente fríos, traslada los merengues a un recipiente hermético y conserva a temperatura ambiente hasta una semana.