Lava 300 g de fresas frescas, quítales el rabillo y trocéalas.
En un cazo pequeño, combina las fresas troceadas con 30 g de azúcar y 15 ml de agua. Cocina a fuego medio, removiendo de vez en cuando, durante 5-7 minutos hasta que espese. Luego tritura ligeramente las fresas y deja que la compota se enfríe por completo.
Pon 100 g de galletas de mantequilla en una bolsa resistente y tritúralas hasta obtener migas gruesas. En un bol pequeño, derrite 30 g de mantequilla sin sal y mézclala con las migas. Reserva.
En un bol grande y bien frío, vierte 480 ml de nata para montar bien fría. Con una batidora eléctrica, bate a velocidad media-alta hasta que la nata forme picos firmes (unos 3-5 minutos).
Incorpora con movimientos envolventes una lata (aprox. 397 g) de leche condensada a la nata montada, hasta que esté justo integrada.
Vierte la mitad de la mezcla en un molde alargado de 23×13 cm y alísala con una espátula. Añade la mitad de la compota de fresa ya fría y espolvorea la mitad de las migas de galleta de mantequilla.
Repite el proceso con el resto de la base de helado, la compota de fresa y las migas de galleta de mantequilla. Con la punta de un cuchillo o un palillo, dibuja suaves remolinos para crear vetas.
Cubre el molde con film transparente y congela al menos 6 horas (mejor de un día para otro), hasta que el helado esté firme.
Antes de servir, deja reposar el helado a temperatura ambiente unos minutos para que se ablande ligeramente y sírvelo en cuencos o conos.